jueves, 11 de junio de 2009

Una huida inútil

Tengo alas y las sé usar
pero si no me empujan no vuelo
y cada vez que a mi ventana asomo la mirada
más lejano y duro me resulta el suelo.

Si a la primera señal
me hubiera lanzado a cerrar bocas
con el sello de unos labios
habría conquistado más besos
de los que simplemente he soñado.

Pero siempre fui un cobarde
de labios secos y sangre estancada,
que huye de sí mismo
sin plan y sin destino
y que tarde o temprano se habrá de alcanzar
hastiado y cansado y sin Ítaca a la que regresar.

Y aunque en mi camino encontré ventanas
siempre preferí la facilidad
de una puerta bien abierta
para entrar a hurtadillas en tu casa.

Pero nunca me sentó bien el disfraz de ladrón
aunque tú te dejases saquear y a mi alrededor
los pequeños rateros hicieran fortuna
mientras yo planeaba con dudas
cómo asaltarte sin pedirte perdón.

Cuando la fruta está madura
quizá sepa mejor,
pero perdimos la oportunidad de probar
su acidez y su frescura
cuando aún estaba por calar.

En formol no se marchitan las flores,
sin pilas no funcionan los relojes,
pero quien reta al tiempo siempre ha de perder.
Nunca una noche detuvo un amanecer.
Nunca un segundo fue eterno,
y nosotros moriremos con él.



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